martes, 23 de septiembre de 2008

Simancas, su pinar y la tala de árboles.

Se escuchaban las máquinas a su alrededor, como una música ambiental estridente, mientras ellos permanecían impasibles ante su destino. Su vida, aunque larga y llena de acontecimientos, no estaba más que en sus inicios. Habían sido testigos mudos de la historia y desaparecerían en silencio. Tal y como llegaron. Se irían sin alzar la voz y sin protestar; ignorados por muchos y sentidos por unos pocos.

Allí se alzaban orgullosos, mirando al cielo mientras el suave sol del otoño y la brisa fresca de la mañana les acariciaban. Esperando su hora y al sujeto que los sentenciase finalmente a abandonar este mundo. Pero se irían orgullosos al saber que, durante más de dos siglos, habían dado lo mejor de sus vidas por los demás y que sin ellos ningún ser podría sobrevivir. Y así se lo pagaban.

Mientras tanto las máquinas y los hombres preparaban el cadalso, allanando el terreno y quitando la maleza. Llegado un punto algún sujeto ataviado con un “mono” de trabajo y una motosierra se acercaría mascando chicle y escupiendo las flemas matutinas a los pies de los condenados, para asestar el golpe definitivo que sesgara sus vidas.
Años de vida y dedicación terminados así, en un suspiro y todo para levantar sobre el lugar que ocupaban anteriormente una rotonda...

Hoy tenemos que hablar de nuevo sobre una situación dañina con la naturaleza y con nosotros mismos en tanto que, aunque somos idiotas y nos creemos superiores, también formamos parte del ecosistema. Por desgracia, somos el cáncer que se extiende por el medio rural y marino, arrasando y consumiendo en los fuegos de la industria y el supuesto desarrollo todo cuanto tocamos.

Como casi todos los días me fui a pasear por los pinares de Simancas. Es un lugar precioso del que ya hablé en estas mismas páginas hace nueve meses con motivo de Los Pingüinos. Totalmente poblado de altos y frondosos pinos centenarios que sí, podrían estar mejor cuidados, pero es un lugar estupendo para pasear y disfrutar de la tranquilidad.
Cuál fue mi sorpresa cuando llego al comienzo del pinar y me encuentro con que hay camiones y excavadoras trabajando. Realizaban pequeños desmontes de terreno de acuerdo a las marcas que los técnicos habían ido realizando en días anteriores. Esas señales las había visto días atrás, pero no supuse que fuesen a dañar el pinar.
Me equivoqué.

La extensión que ocupa la rotonda - aún me pregunto para qué puñetas la hacen en ese sitio - afecta al inicio de la superficie arbolada y por tanto se llevará por delante unos cuantos pinos que han estado ahí, tranquilamente, durante años soportando a jodidos domingueros.
De todas formas, aquí los que meten la pezuña, y hasta el fondo, son los que permiten y consienten estas aberraciones contra el entorno.
Por un lado la Junta de Castilla y León que, con sus incompetentes acomodados en las poltronas por décadas de gobierno, los bolsillos llenos y más aún las panzas, ordena la modificación del trazado de la CL-600 en este punto; una carretera autonómica con alta densidad de tráfico pesado y que cuenta con innumerables rotondas en pocos kilómetros. Dichas rotondas vienen bien cuando los cruces sobre la calzada son abundantes y con gran afluencia de vehículos. Pero no es el caso que nos ocupa ya que a izquierda y derecha de la vía principal, en este tramo, sólo existen dos caminos agrícolas con escaso tráfico.


Por otro lado se encuentra el Ayuntamiento de Simancas, que supuestamente autoriza invadir territorio del pinar de su propiedad para cambiarlo por asfalto y humos. Curiosa esta Administración Local, pues en menos de dos semanas desde que pusieron las señales del trazado de la vía, ya han comenzado las obras. Pero llamas para que sustituyan dos bombillas fundidas del alumbrado público y poco menos que te mandan a la mierda y ahí siguen las farolas: de adorno.

Lo más deplorable es que estas acciones irrespetuosas con el medio ambiente las promuevan las instituciones públicas, cuando deberían ser símbolo y referente de equilibrio, responsabilidad y buen hacer. Hoy talan un grupo de árboles, pero mañana será otro grupo. Y pasado mañana será otro y otro... Para más detalles me remito a otro acto de idiotez extrema patrocinado por la Junta en Las Navas del Marqués.

Esperemos que algún día, quien parte y reparte por estos lares se saque la cabeza del culo y mire cómo “progresa” nuestra tierra.

Imagen de la cabecera: El Triunfo de la Muerte, Pieter Brueghel el Viejo





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